La conservadora jefe del Disseny Hub Barcelona-Museo Tèxtil i d´Indumentària de Barcelona explica a los futuros diseñadores la evolución de la vestimenta occidental
Cuerpo, vestido y moda son los conceptos principales que los investigadores de la indumentaria utilizan para entender la evolución de sus formas. Se trata, dice la antropóloga Sílvia Ventosa, de conocer “cómo el vestido cambia la forma original del cuerpo según las pautas de la moda”. El vestido se ha usado a lo largo de la historia para transformar el cuerpo, asegura Ventosa, conservadora jefe del Disseny Hub Barcelona-Museo Tèxtil i d´Indumentària de Barcelona, que participó con la conferencia El cuerpo vestido en el curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP)Tendencia de moda: La ilustración de moda. Una mirada desde la actual sociedad canaria, que concluye este viernes en la sede del área formativa de la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife.
El mecanismo por el que se da esa transformación del cuerpo consiste en la ejecución de una o varias de cinco actuaciones: ampliar, reducir, alargar, perfilar o destapar. A lo largo de 500 años, los cambios introducidos en el vestuario se limitan a estas operaciones, que están en el origen de todas las formas generadas por la que después de cinco siglos se ha convertido en industria de la moda. La ampliación busca ensanchar la figura mediante la creación de volumen usando estructuras o tejidos rígidos y amplios que se separan así del cuerpo. El principal recurso para lograrlo han sido las enaguas, guardainfantes, criolinas, polisones y capas.
La reducción busca disminuir las formas naturales del cuerpo, centrándose en el tórax y la cintura. Corsés, jubones, sujetadores y cinturones son algunos de los instrumentos que comprimen el cuerpo para alcanzar este objetivo. El alargamiento pretende mostrar la figura más alta, imagen que se consigue estirando la figura mediante zapatos de tacón y de plataforma, peinados, pelucas, sombreros y trajes con grandes colas. Adaptarse al contorno del cuerpo sin modificarlo es en lo que consiste perfilar, para lo que están concebidas piezas como los guantes, medias, bodis, camisetas de punto y los tejidos elásticos. Finalmente, destapar permite insinuar la silueta, mostrar las piernas y los brazos y enseñar la piel. Al servicio de esta operación están los escotes, los tejidos transparentes y los vestidos cortos y sin mangas.
El efecto de las diversas formas que han tomado estas actuaciones a lo largo de los siglos en la cultura occidental puede observarse en la exposición El cuerpo vestido, la muestra que actualmente presenta al público el Museo Tèxtil i d´Indumentària de Barcelona, de la que Ventosa es comisaria y cuyo relato es la base de la conferencia pronunciada por la experta.
A lo largo de la historia, la elaboración de vestidos ha seguido estas operaciones para crear su imagen de hombres y mujeres, especialmente de las mujeres, cuya indumentaria ha experimentado más cambios. Desde el Renacimiento hasta que a finales del siglo XIX el diseñador británico Charles Frederick Worth firmara sus trajes y usara modelos para enseñarlos a las clientas y tras la constitución de la industria de la moda como tal, han discurrido siglos en los que “de manera cíclica y alternativa se ha comprimido o liberado el cuerpo”, señala Ventosa. “Hay dos grandes periodos en los que se comprime el cuerpo y otros dos grandes periodos en los que se libera. Son dos momentos claves de ruptura en los que el cuerpo se libera, pero, en general, se tiende a modificar el cuerpo en todas las épocas y todas las culturas”.
La primera ruptura se dio a raíz de la Revolución Francesa, cuando Napoleón, por decreto, eliminó el corsé y otras prendas, por ser símbolo de la aristocracia y con la intención de recalcar la igualdad reclamada por los ciudadanos revolucionarios. El carácter cíclico de la moda se puede observar en la cintura alzada en los vestidos de las mujeres de la Francia burguesa, que suben la cintura hasta la parte baja del pecho, algo que se repite cada cien años: 1800, 1900 y 2000. A mediados del siglo XIX, la moda romántica vuelve hacia atrás: regresa un corsé menos rígido y las mujeres flotan con vestidos inflados por las criolinas y las mangas hinchadas. El cuerpo femenino estaba tan estructurado que tomaba la forma de una “S”.
La segunda ruptura llegó alrededor de la Primera Guerra Mundial cuando el cuerpo volvió a liberarse, con tejidos menos rígidos, eliminando los corsés, desplazando la cintura hacia abajo hasta desaparecer y separando los trajes del suelo. “Se empieza a enseñar los brazos, la espalda y las piernas, son vestidos que cuelgan de los hombros, como túnicas, y no marcan el cuerpo y se resaltan las formas naturales del cuerpo”.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los jóvenes de 1950 comienzan en Estados Unidos una rebelión contra los patrones tradicionales de vida y contra la apariencia de sus padres. Es la tercera ruptura en la historia de la moda occidental. Además, por primera vez, las clases populares aportan prendas: tejanos, camisetas y chaquetas de cuero. Es un comportamiento que continúa durante las décadas de los 60 y 70. Es una etapa en la que “el vestido pone el cuerpo en evidencia, el atrevimiento es la norma” y se extiende la moda unisex, en la que las siluetas de hombres y mujeres se confunden. En el 57, la aparición del prêt-à-porter permite acceder a las firmas de los diseñadores. Se juega con la diversidad y se pasa de “la moda” a “las modas”: “todo vale y ya no existe un patrón de vestido único”.
Los 80 fueron la época del “vestido espectáculo”, se exageran las formas del cuerpo y se vuelve al individualismo tras épocas de movimientos colectivos. De 1980 al 2000 “el vestido democrático perfila, envuelve y abraza el cuerpo”. A partir de los años 80, la producción en serie y la venta en grandes almacenes “democratizan la moda”. La gente corriente tiene acceso a las formas más atrevidas y los trajes de consumo masivo conviven con la alta costura.
El análisis de Sílvia Ventosa, es una “mirada al pasado”. Sin embargo, subraya, “un aspirante a diseñar moda debe conocer la realidad cultural del mundo en el que se mueve: ha de ver mucho cine, mucho arte, escuchar mucha música y debe estar muy alerta de todo lo que se está cociendo y ser muy intuitivo respecto a lo que será el futuro”. Esta mirada al futuro, imprescindible en el diseñador de moda, debe hacerse muy alerta y no detenerse sólo en las tendencias, sino en cantidad de factores que están vivos en la sociedad: “hay que estar muy alerta para proponer temas que tengan continuidad, sin estar muy determinados por las tendencias para tener un sello propio”, puntualiza la conservadora jefe del Disseny Hub Barcelona-Museo Tèxtil i d´Indumentària de Barcelona.